20.12.04

Y decían: “el problema no es perder al oso para siempre, sino perder su información genética”. Pues no, mire usted. Si tengo que elegir, prefiero que se pierda su información genética, pero que me dejen al oso (sé que es imposible). Pero prefiero su morro fresco, sus pies planos, su rascarse la espalda con un árbol, su culazo redondo con un mini rabo. Sus orejas de donut, el vaho que sale de su nariz cuando duerme en su cueva. Prefiero su lucha con las abejas por la miel y su salmón fresco, desgarrado en los rápidos del río. Y a la información genética, que le den.

Puedo añadir, a parte, que: en Trento no venden concilios, que el mercado de navidad no merece la pena y que vivir en Centroeuropa, junto a los Alpes, es un coñazo. Y en el trayecto de Trento a Milán en mega coche con GPS a las cinco de la madrugada, la siguiente reflexión ( a parte de que en el norte de Italia todo son naves industriales…). Ahí va:
Poco. “Poco” es un adverbio de cantidad, vale. “Momento” es un sustantivo. Vale. Pero “Poco” puede sustantivarse: “Un poco” “Ese poco”. Poco se emplea para cosas espaciales: “un poco de sal” y temporales “un poco de tiempo, de amistad, de paz”. También se puede decir “un momento de amistad, de paz” pero, y he aquí la INJUSTICIA, por qué no se puede decir: “un momento de sal”. Quiero un momento de sal, e incluso, dame un momento de tiempo. Reclamo la palabra momento para el espacio. Quiero un momento de paella, pero sólo arroz, y del socarrat. Un momentito nada más. La falta de sueño provoca este tipo de cosas, y el viaje relámpago a Italia provoca que no haya podido actualizar el blog. No he tenido ni un momento de poco.




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