31.3.14

El fin de los blogs 

(Las cinco reglas del bloguero)

Este mes de marzo que ahora termina La Fragua ha cumplido 10 años. Ha pasado ya una década desde la primera entrada y ha llegado el momento de preguntarse por el fin de los blogs. Por el ‘fin’ en su doble acepción: final y finalidad.

La primera noticia que tuve de lo que era un blog la recibí en 2003, en el Máster de El País. De hecho cree uno (‘Terapia ocupacional’, se llamaba) que tuvo una vida efímera. Primera regla: un blog requiere constancia.

A los pocos meses (ya con 28 añazos) mientras era becario de la sección de Sociedad de El País, abrí La Fragua. Navegando y visitando blogs en seguida di con el de Nacho Escolar (www.escolar.net) que ya era una referencia. Yo conocía a Nacho de los tiempos de la universidad, a mediados de los noventa, por amistades y compañeros comunes (y por aquello de compartir padres periodistas). Dio igual que hubiera perdido el contacto con él a finales de los noventa: cuando cree La Fragua en seguida se hizo eco y me hizo el mayor honor que un bloguero le puede hacer a otro: incluir La Fragua en su ‘blogroll’. Fue sólo el primero de los muchos favores y de las muchas muestras de afecto, apoyo y confianza que Nacho ha tenido conmigo (y que nunca he sabido agradecer y casi nunca aprovechar como debería). Segunda regla: retribución. Un blog requiere generosidad, humildad e interactuación con los lectores y otros blogueros. La retribución se realiza mediante enlaces. Todo ‘post’ debe llevar enlaces.

Digo ‘blogueros’ y todavía hay quien no tiene muy claro si escribir ‘bloguero’, ‘blogger’… Otros términos (‘blogroll’, ‘post’, ‘ping’, ‘trackback’, ‘troll’, ‘cms’…) se fueron inoculando y cobrando vida propia en la Red. Antes de decía más lo de ‘bitácora’ en vez de ‘blog’, por ejemplo. En seguida llegó el término ‘entrada’, preferible a ‘post’… La palabra 'blog' es una contracción del término inglés ‘weblog’, casi en desuso, que a su vez proviene de las palabras ‘web’ (esa tela de araña que forma el rostro visible de Internet) y de ‘log’ (el cuaderno de bitácora de los barcos).

Abrí La Fragua en la plataforma Blogger. Y cuando lo hice no era posible dejar comentarios. Añadí un programilla en la plantilla, en el código html para que se pudiera comentar. Tener un blog ha sido una excelente escuela para aprender nociones de html. Tercera regla: Personalizar. Un blog debe distinguirse del resto.

Los comentarios rápidamente se convirtieron en algo muy enriquecedor y significaron un hito fundamental para cualquier medio digital: la creación de una comunidad. Interactuar con los lectores es algo que todavía no tienen interiorizado muchas grandes firmas de la era del papel que, casi impelidos por la fuerza de los tiempos, acabaron por abrir un blog. Los comentarios también me sirvieron para aprender cómo tratar con los ‘trolls’. Cuarta regla: ‘Don’t feed the troll’ (no alimentes al troll). Algo que me enseñó Nacho Escolar y que sigue siendo una máxima sagrada para cualquiera que se exponga en Internet: no hacer caso de aquéllos que insultan, provocan o calumnian.

En 2004 había mucha confusión sobre lo que era un blog: había quien pensaba que sólo servían para hablar en primera persona, para opinar… Luego, con los años, fueron surgiendo blogs temáticos, corporativos, promocionales… En 2005, ya como colaborador de El País, me propuse publicar allí un reportaje (en la sección de Sociedad) sobre el todavía poco conocido fenómeno de los blogs. En aquella época según datos del Pew Research Center había unos seis millones de bitácoras en el mundo. Hoy se calcula que hay más de 150 millones. Ese reportaje sobre qué es un blog, en el que hablaban entre otros Nacho Escolar (www.escolar.net), Eduardo Arcos (www.alt1040.com) y José Luis Orihuela (www.eCuaderno.com), autores que hoy siguen siendo referencias indiscutibles en Internet, llegó a estar maquetado y listo para abrir la sección de Sociedad a cinco columnas un domingo. Nunca vio la luz. En el último momento un alto cargo del periódico decidió que los blogs ‘eran como los confidenciales’, y le dio carpetazo.

Por cuestiones que no vienen al caso, en aquellos tiempos El País estaba recibiendo críticas contundentes desde varios blogs. Estaba empezando a ser víctima de la democratización de la opinión que trajo Internet y eso fue difícil de digerir para la prensa tradicional. Quizá se confundió el contenido de algunos blogs con el continente. La ansiedad, o incluso miedo, que causaba el surgimiento de Internet, se tradujo durante años en desconfianza, cuando no desprecio, a los ‘periodistas digitales’ (esos chavales que sabían cambiar el tóner de la impresora y adjuntar un archivo en un mail). La percepción de Internet más como una amenaza que como una oportunidad es ya cosa del pasado, pero durante mucho tiempo fue algo cotidiano en las redacciones (aunque los redactores jefes ya entonces confeccionaran en parte sus secciones en papel leyendo las ediciones digitales de medios extranjeros de referencia).

Para hacerse una idea de cuál era el ambiente en las grandes cabeceras respecto a los blogs podemos ver el artículo ‘Despedida’, del 23 de enero de 2005, de la entonces Defensora del Lector, Malen Aznárez. Allí vertía la siguiente afirmación como cierre: “Ante el fenómeno creciente de los blogs de Internet, el ‘nuevo periodismo’ que mezcla con pleno descaro, y jactándose de ello, información, opinión, rumores y fantasías, no está de más recuperar la fórmula de Kurtz, tan vieja como el buen periodismo y en plena vigencia”. Más claro imposible: el ‘nuevo periodismo’ (o sea, el periodismo digital) no hacia otra cosa que mezclar “con pleno descaro y jactándose de ello, información opinión, rumores y fantasías”. Todos los medios tradicionales confundieron los blogs, una herramienta que por definición es neutral (como todas las herramientas), con el uso que mucha gente daba a esa herramienta. Hoy sabemos que existen blogs con más credibilidad que muchas grandes cabeceras. En este contexto, el humilde reportaje que explicaba a los lectores de El País qué era un blog nunca fue publicado. Sin embargo los blogs fueron inevitablemente ganando presencia en las informaciones de todos los periódicos, radios, televisiones. Fue algo sobrevenido, imparable, aunque los lectores de El País nunca leyeron en su periódico (en las páginas generalistas) una información sobre qué eran los blogs y qué podían llegar a significar en el futuro. Las cosas fueron cambiando y hoy todas las grandes cabeceras tienen blogs propios (El País tiene cerca de 200).

Lo que hoy llamamos ‘redes sociales’ no son redes sociales. Las redes sociales (las relaciones que establecemos con familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, personas afines, etcétera) han existido siempre. Twitter y Facebook no son redes sociales, son aplicaciones informáticas (software) que han permitido profundizar y facilitar las milenarias redes sociales. Los mismos que en su día recelaron de los blogs también recelan de Twitter o Facebook. Vuelven a confundir las herramientas con el uso que de ellas hacen algunos. En 2004 los blogs funcionaban también como potenciadores de las redes sociales. Ser incluido o incluir a alguien en un ‘blogroll’ o citarlo en el blog equivalía a un RT, un Fav o un Me Gusta de Twitter o Facebook. El auge de estas últimas herramientas ha redibujado el fin (la finalidad) de los blogs, aunque Twitter y Facebook serían incomprensibles sin el antecedente de los blogs.

Lo que define a una bitácora es el orden cronológico de contenidos, nada más: lo mismo que, a fin de cuentas, define a Twitter y Facebook. Por eso todavía muchos hablan de Twitter como una aplicación de ‘microblogging’, o sea, para ‘bloguear en pequeñito’. Esa cualidad cronológica de los blogs, de Twitter y de Facebook, heredada de los tradicionales diarios personales donde el autor cuenta intimidades (“Querido diario, etcétera…”), ha confundido a muchos intelectuales y periodistas de la era del papel, que llegaron a creer que si un blog se estructura como un diario personal, entonces su contenido será el de un diario personal. Este es otro mito que todavía no se ha extinguido, y todavía es posible escuchar la palabra ‘bloguero’ empleada con desprecio, igual que la palabra 'tuitero'.

Muchos de los contenidos que antes se publicaban en La Fragua hoy ya sólo se publican en mi cuenta de Twitter o en la de Facebook. No parece lógico hacer una entrada en el blog para subir una simple foto, una viñeta, una recomendación, un vídeo o una idea, pudiendo hacerlo en Twitter o Facebook. Los blogueros buscan público (mucho o poco) y hay mucho más público entre los usuarios de Twitter o Facebook que entre los lectores ‘puros’ de blogs. Los blogs no están muertos, pero han visto modificada su finalidad. Ahí están plataformas como Blogger, Wordpress, Tumblr… Ahí está el fenómeno, bastante trivial, de los ‘egobloggers’… Cada uno le da a su blog el uso que quiere. Quinta regla: ‘Es mi blog y en él digo lo que quiero’.

Diez años después de su creación La Fragua sigue existiendo. Ya no es ese lugar que llegó a recibir decenas de miles de visitas y gracias al que aprendí a conocer Internet, a conocer a otras personas y a entender lo importante son los conceptos de comunidad de usuarios y de firma personal. Sin La Fragua nunca habría llegado a vivir de las palabras (mi sueño desde que tengo memoria). Hoy, aquí, simplemente recopilo lo que escribo en otros medios. Quizá eso cambie en el futuro: quizá cierre La Fragua, quizá se convierta en el único medio en el que pueda publicar algo. Nunca se sabe.

Tras esta década sólo quiero dar las gracias a todos los que alguna vez leyeron La Fragua y, especialmente, a los que comentaron en ella. Sólo me queda recordar la última regla de un blog, una regla que, por cierto, he roto con este ‘post’: Sé breve, intenta no escribir más de siete párrafos y pon sólo una idea en cada párrafo.

Actualización (1-4-2014):

Gracias a la conversación generada en Twitter por este 'post', Delia Rodríguez  (@delia2d) encontró dos de los primeros artículos aparecidos en El País sobre los blogs, ambos son de la periodista Mercè Molist (@mercemolist). Uno de ellos ('Los diarios de navegación triunfan en Internet por lafrescura de sus contenidos'), del 5 de diciembre de 2001, todavía se conserva en la hemeroteca. El otro es anterior (del 11 de noviembre de 2001) y se titula: 'Crecen los weblogs y su influencia'. Está alojado en la página de Mercè. Los dos artículos aparecieron en el suplemento Ciberpaís, una suerte de 'república independiente' donde se anticiparon muchísimas tendencias que hoy en día son cotidianas. Lamentablemente, como decía en el 'post', los lectores que no tenían un interés especial por la tecnología -o sea, que no leían Ciberpaís- nunca encontraron en las páginas generalistas de El País, esas en las que cae cualquier lector, ninguna información sobre qué eran los blogs. Y eso que entre los artículos de Molist y mi intento de publicar un reportaje pasaron cuatro años. En esos cuatro años el fenómeno imparable de los blogs no consiguió llegar a ser considerado 'digno' o suficientemente noticioso como para aparecer en las páginas generalistas del periódico.

Ícaro Moyano (@viejomoeb) recordaba que él, en 2004, tenía un blog en El País: La Tejedora. Es cierto, dependía de El País Digital. En aquella época El País Digital lo editaba la empresa Prisacom y funcionaba, igual que el suplemento Ciberpaís, como una 'república independiente' a la que el periódico de papel y sus responsables no hacían demasiado caso. En Prisacom se nos dejaba hacer 'esas cosas de Internet', mientras no molestáramos mucho.

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26.3.14

Suárez y la moda actual de criticar la Transición 

Con la Transición de los años setenta, los ciudadanos españoles recuperaron parte del control sobre su futuro. Pero España ya no es la de entonces y en estos años hemos ido perdiendo ese control, un control que cada vez pasa menos por los votos y los partidos políticos. La cesión de soberanía a la Unión Europea y la usurpación de parte de esa soberanía por instituciones no democráticas (FMI, OMC, grandes corporaciones y fortunas, ‘lobbies’, etcétera), en un contexto de globalización económica, hacen necesario que los ciudadanos, en España y en la Unión Europea, blinden democráticamente la toma de decisiones políticas y el control de la aplicación de las mismas. De ahí la necesidad perentoria de una nueva Transición que devuelva a los ciudadanos el control perdido. La alternativa a la toma de decisiones unilateral por parte esas instancias no democráticas (decisiones que nos afectan en el día a día y que hipotecan nuestro futuro), no puede ser un sistema de instituciones democráticas enfermas, que pierden legitimidad día tras día.

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19.3.14

Seamos como perros 

Es un hombre común, si es que eso existe, y tiene un perro. Un día decide cambiar de vida, abandonarlo todo: casa, trabajo, ropa… Se desnuda, sale a la calle y echa a andar. Su perro le sigue. El perro no dice: “Ahora me viene mal que cambies de vida”, ni “¿qué demonios haces desnudo por la calle?”. El perro no pide explicaciones, no objeta ni prejuzga. ¿Hay que echarse a andar? Andemos. ¿Ahora toca dormir? Durmamos. ¿Ahora, comer? Comamos. Dos son los rasgos principales de un perro: la disponibilidad inmediata para la compañía y el amor incondicional hacia sus dueños. Hubo un hombre que admiraba tanto a los perros que vivía como ellos.

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12.3.14

La ‘vieja del visillo’ de un pueblo llamado Internet 

Es un lugar común eso de que en los pueblos y en las ciudades pequeñas se conoce todo el mundo. Esa familiaridad vecinal, ese poder hacerle la ficha a cada persona, era una excelente forma de control social. Esa forma de control social se ha extendido ahora cualquier rincón del planeta gracias (o por culpa) de la tecnología. Hemos perdido el derecho a tener algo que esconder. La conexión creciente a Internet ha eliminado las distancias y todo se ha convertido en local. El concepto de aldea global está más vigente que nunca y la vieja del visillo acecha en cada click.

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5.3.14

¿Sabes de quién es la culpa? 

La culpa es de los políticos. Qué a gusto se queda uno cuando dice eso. Los políticos podrían poner coto a la codicia de la banca, las grandes corporaciones y las grandes fortunas. Los políticos están vendidos. Y los sindicalistas, que en realidad también son políticos. Tú no tienes ninguna culpa. La culpa es del sistema que han diseñado los políticos. Tú eres un mandado, un ciudadano indefenso. No te interesa esto que llaman política, para ti la política debería ser otra cosa, pero tienes algo claro: la culpa de lo que te pasa a ti es de los políticos. Tu responsabilidad llega como mucho a ejercer un voto de castigo cada cuatro años, aunque no valga de nada. Y si no vale de nada la culpa es de la ley electoral que han decidido los políticos (que son los auténticos culpables).

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