4.9.09
El 'fasciómetro'
El fascismo (definido en un sentido amplio, no necesariamente histórico y de manera ajena a los conceptos de izquierda y derecha) es una mezcla variable de victimismo, fatuidad, prejuicios, miedo, ignorancia, irracionalidad, arbitrariedad, incapacidad para ponerse en lugar del otro, un toque de frivolidad y, en grado sumo, violencia.
Este tipo de sentimientos llegan a los ciudadanos a través de los valores y gestos que trasmiten los padres, la escuela, los políticos, otros ciudadanos y, sobre todo, a través de los medios de comunicación. Pero por los mismos conductos llegan a los ciudadanos los valores y actitudes que neutralizan el fascismo.
La inoculación del fascismo en la sociedad no siempre es consciente (ni para quien recibe el ‘virus’ ni para quien lo contagia).
En una escala de 0 a 100, toda sociedad tiene algún grado de fascismo. Ese grado aumenta o disminuye periódicamente según el sentido de los valores que circulan entre sus miembros. Es una suerte de pulso constante.
Estaría bien que los sociólogos crearan un termómetro de fascismo (un ‘fasciómetro’) utilizando los miles de datos estadísticos, cuantitativos y cualitativos, de que disponen las sociedades avanzadas.
Tengo la certeza de que, entre 0 y 100, el fasciómetro de Italia ahora mismo estaría en valores cercanos al 90. Allí los medios de comunicación, principales propagadores de los valores y tics fascistas, están en manos de un Gobierno de extrema derecha.
El Ejecutivo de Silvio Berlusconi sí inocula de manera consciente los virus del fascismo. Lo hace activamente con sus leyes y con los contenidos de sus programas de televisión.
La telebasura y el periodismo de mala calidad (o ‘infotainment’) con su insuperable capacidad para ‘distraer’ y ‘divertir’, o sea, para ‘despistar’ y ‘desinformar’, son el principal medio hoy en día para ayudar a la inoculación del virus fascista.
En España la cosa está indudablemente mejor que en Italia. Por ahora.
Este tipo de sentimientos llegan a los ciudadanos a través de los valores y gestos que trasmiten los padres, la escuela, los políticos, otros ciudadanos y, sobre todo, a través de los medios de comunicación. Pero por los mismos conductos llegan a los ciudadanos los valores y actitudes que neutralizan el fascismo.
La inoculación del fascismo en la sociedad no siempre es consciente (ni para quien recibe el ‘virus’ ni para quien lo contagia).
En una escala de 0 a 100, toda sociedad tiene algún grado de fascismo. Ese grado aumenta o disminuye periódicamente según el sentido de los valores que circulan entre sus miembros. Es una suerte de pulso constante.
Estaría bien que los sociólogos crearan un termómetro de fascismo (un ‘fasciómetro’) utilizando los miles de datos estadísticos, cuantitativos y cualitativos, de que disponen las sociedades avanzadas.
Tengo la certeza de que, entre 0 y 100, el fasciómetro de Italia ahora mismo estaría en valores cercanos al 90. Allí los medios de comunicación, principales propagadores de los valores y tics fascistas, están en manos de un Gobierno de extrema derecha.
El Ejecutivo de Silvio Berlusconi sí inocula de manera consciente los virus del fascismo. Lo hace activamente con sus leyes y con los contenidos de sus programas de televisión.
La telebasura y el periodismo de mala calidad (o ‘infotainment’) con su insuperable capacidad para ‘distraer’ y ‘divertir’, o sea, para ‘despistar’ y ‘desinformar’, son el principal medio hoy en día para ayudar a la inoculación del virus fascista.
En España la cosa está indudablemente mejor que en Italia. Por ahora.
Etiquetas: falsos liberales, fascismo, Italia, medios, opinión, política
1 Comments:
Cuando hablamos y nos quejamos de la situación política y social de España, al final, el único consuelo es el de los tontos: Italia está peor. Mucho peor.
By eulez, at 4 de septiembre de 2009, 14:41