20.2.17

Un cincuentón llamado Kurt Cobain 

De no haberse suicidado en abril de 1994, el cantante de Nirvana habría cumplido hoy 50 años. Sirva de homenaje este texto que publiqué en 2014 en la revista Vanidad:

Ojalá siguiera vivo Kurt Cobain

Armas de fuego, sierras mecánicas y guitarras inundan la casa de empeños de Aberdeen, una pequeña localidad del Estado de Washington, conocida en el siglo XIX por sus burdeles para balleneros. Aquí la tasa de suicidios duplica la media y aquí nació Kurt Donald Cobain en 1967. Hijo de una secretaria y un mecánico, este chaval hipersensible e hiperactivo, que en su adolescencia llegó a vivir en la calle, se quitó la vida de un disparo en la barbilla hace 20 años, convertido, a su pesar, en la última gran estrella del rock.

Michel Linssen / Redferns
El sabor del Ritalin, un psicoestimulante para tratar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, es uno de los primeros que recuerda el pequeño Kurt. También el de los sedantes que le administraban para que durmiera. El niño risueño, de imaginación desbordante, cuyo dormitorio parecía el estudio de un artista y que empezó a cantar y a tocar el piano con sólo cuatro años, se convirtió en un ser resentido, avergonzado y encerrado en sí mismo, al divorciarse sus padres cuando él tenía siete años. Su madre repudió tres veces a Kurt, o así lo percibió él. Fue su madre la que se emparejó con un nuevo hombre que la pegaba. Fue su madre la que decidió ceder la custodia de Kurt al padre. Y fue su madre la que lo echaría de casa con apenas 18 años, porque el chaval había dejado el instituto dos semanas antes de graduarse.

El colegio había sido una tortura para él, un niño enclenque, que buscaba conscientemente juntarse con los perdedores y que sufría palizas a diario de los matones de turno. “Me gustaría ser gay solo para molestar a los homófobos”, llegó a decir. En esos años comenzó a desarrollar un dolor de estómago crónico, una somatización de la ira y la vulnerabilidad. Sufrió como nadie la ley del más fuerte, la brutalidad del concepto de ‘macho’ y se refugió en la creación. Si se mezclan una sensibilidad extrema con una búsqueda de humanidad, a través de los libros y la música, y a eso se le añade un rabia fundacional provocada por el más simple, puro e intenso de los dolores, el resultado estético es fácil: punk-rock. Su devoción infantil por los Beatles, los Ramones y la Electric Light Orchestra le llevó a lanzarse a buscar en la música su tabla de salvación. Fue descubriendo grupos (Black Flag, Flipper, Millions of Death Cops…) guiado por la mano de Buzz Osborne, líder de la banda Melvins, para los que trabajaría como ‘roadie’. A la vera de los Melvins conoció a otro ser inadaptado: un bigardo de más de dos metros, de origen croata, con problemas de alcohol e hijo de una peluquera: Krist Novoselic. Es sería el germen de Nirvana.

Kurt, sin casa, dormía en los sofás de los amigos, o donde podía. Trabajó de conserje en un complejo hotelero y en una clínica dental. La adicción a los fármacos y pronto a la heroína le ayudaron a sobrellevar la realidad y el dolor crónico de estómago. Se echó una novia, Tracy Marander, camarera de la cafetería del aeropuerto de Seattle, para la que escribiría la canción ‘About A Girl’. Su relación con las mujeres fue insólita. “Definitivamente me siento más cerca del lado femenino”, afirmó. Él era un antimacho y lo que buscaba era feminizar la realidad, huir del arquetipo del paleto violento. Conoció y se enamoró de Tobi Vail, una mujer tan fundamental como él en la historia de la música, impulsora del movimiento de punk-rock feminista Riot grrrl! y líder de la banda Bikini Kill. Prácticamente todas las canciones de ‘Nevermind’ (1991), el segundo disco de Nirvana y el que los catapultó a la fama, tienen referencias a Vail. Fue una amiga de ésta la que, para burlarse de Cobain, hizo una pintada en su apartamento: ‘Kurt huele a Teen Spirit’, el desodorante que usaba Tobi Vail. Cobain no captó la ironía y pensó que era un lema, una consigna, el olor a adolescente: la rebeldía, la incomprensión, la confusión…

‘Smells Like Teen Spirit’ era el ‘single’ de ‘Nevermind’, un álbum del que la propia discográfica no esperaba colocar más de 250.000 copias, pero que vendió más de 30 millones… La locura. Kurt estaba a punto de convertirse en todo lo que odiaba: un ganador, un líder y un producto, como Cristo, Ché Guevara, Jim Morrison o John Lennon. Portavoz de la ‘Generación X’, icono del estilo ‘grunge’… En una espiral enfermiza, su aversión a las etiquetas y a la mecánica de la industria se convirtió en una nueva etiqueta. Intentó justificarse ante sí mismo, salvarse, creerse su nuevo papel, pero nunca pudo digerir todo aquello. Le faltaba la hipocresía necesaria. Acabó pagando con su vida el peaje de la pureza.

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