27.12.04
Aberdeen, Estado de Washington, 1988
Son sólo unos chavales. Ahí están Kurdt y Krist, o Kurt y Chris. Dave no había llegado a Nirvana todavía. La grabación es doméstica, en casa de una tía de Novoselic. Lo primero que llama la atención es que las canciones les salen clavadas. Produce una sensación inquietante pensar que esas composiciones “ya existían” en los ochenta (como “About a Girl”), y que nosotros no las escuchamos hasta los noventa. Había quien las tocaba y quien disfrutaba de ellas mucho antes, lo cual da celos, como los celos que se sienten de las relaciones amorosas que en el pasado tuvo nuestra pareja, antes de conocernos.
Espeluznante ver a Kurt cantar de cara a la pared, como una víctima de la bruja de Blair, una metáfora de la nada, un muro. Porque nada cuelga de las paredes de la sala de ensayo. Cero. No hay posters de ídolos, o de películas. No hay fetichismos. Sólo cerveza y adolescentes. E incluso alguno de los invitados está ojeando revistas, tirado en el suelo, sin hacer mucho caso del ensayo. Tienen ahí delante a Nirvana, pero les da igual. Porque lo que tienen delante son sus colegas, los flipados del punk-rock. Sí se ve en algún momento, por el suelo, una pila de vinilos, creo distinguir uno de los Beatles.
En el texto de presentación de una maqueta en Sub-Pop, escrito a máquina, Nirvana dicen de sí mismos que Slayer está entre sus influencias. Me pregunto qué pensaran de esta declaración los gourmets de la Rock de Lux, esos que odian lo que llaman “polla-rock”.
Después de ver este vídeo, uno se da cuenta de que Kurt no cambió con la fama. Seguía llevando la misma ropa imposible, la misma actitud. Cuando cantaba frente a decenas de miles de personas, seguramente él sólo veía una pared.