26.9.12
Churrilandia, Cataluña y España en 10 puntos
Existen problemas mucho más
acuciantes y graves que los de la independencia de Cataluña, la identidad de
España y las esencias nacionales. De hecho esas cuestiones citadas no son más
que pseudoproblemas: debates que sirven para hurtar otros debates realmente
importantes (quién manda de verdad, por qué los pobres cada vez son más pobres y los
ricos más ricos, etcétera).
Dicho esto, vamos a intentar dejar diez cosas claras sobre España y sobre Cataluña. Y sobre Churrilandia.
Dicho esto, vamos a intentar dejar diez cosas claras sobre España y sobre Cataluña. Y sobre Churrilandia.
1. Las naciones y los pueblos son
invenciones y convenciones artificiales. Son creaciones humanas (exactamente
igual que la religión, las ideologías, una escoba o una bicicleta). Lo
importante son las personas y las relaciones entre las personas. Los sujetos
colectivos tampoco existen (son creaciones jurídicas). En nombre de todas esas
invenciones se puede llegar a matar y a morir. Sí, también por una bicicleta.
2. Existen dos conceptos de
‘nación’. Por un lado, el concepto francés/estadounidense, basado en el
‘derecho de suelo’ (la nación está formada por ciudadanos de cualquier origen
que viven en un determinado territorio y acatan y disfrutan las leyes del mismo);
Por otro lado está el concepto alemán de ‘nación’, basado en el ‘derecho de
sangre’ (la nación está formada por personas que comparten una etnia, vivan
donde vivan). El concepto francés se basa en la noción de ‘civilización’; el
alemán, en la de ‘cultura’. Para cada concepto de nación existe un concepto de
nacionalismo. En el caso de Cataluña, coexisten los dos tipos. En las últimas décadas se ha registrado un fuerte incremento del nacionalismo de raíz alemana, aunque todavía este último sea minoritario. Es un tipo de nacionalismo, por cierto, muy similar al mayoritario en el
País Vasco y entre los españolistas. Está basado en el clan, en la sangre y, en el límite, en la
raza. Los nacionalismos vasco, catalán y español de raíz francesa (es decir,
incluyentes y, en su día, con una connotación progresista) están en franco
retroceso.
3. El Estado también es una
invención, un constructo artificial jurídico creado para organizar la vida de
los seres humanos. Lo que hoy llamamos España no es más que un conjunto de
leyes que rigen en un territorio. La principal de esas leyes es la Constitución
de 1978. Cualquier otra consideración sobre la ‘esencia’ o ‘preexistencia’ de
España o de Cataluña cae dentro de la investigación histórica y sociológica,
pero a efectos prácticos y cotidianos, esta España (en tanto que Estado
español) solo existe desde 1978 y esta Cataluña (en tanto que Comunidad
Autónoma de Cataluña) solo existe desde 1979, cuando se aprobó su Estatut
(renovado en 2006). Un ‘español’ no es más que un ‘ciudadano del Estado
español’, da igual que haya nacido en Toledo, en Hospitalet o en El Cairo. Basta
con que haya arraigado en el territorio del Estado.
4. ‘Lo español’ no es igual a ‘lo
castellano’. Nacionalistas de uno y otro signo (españolistas, catalanistas,
etcétera) confunden interesadamente ‘lo español’ con ‘lo castellano’. España,
en tanto que Estado, no solo es Castilla. ‘Lo castellano’ es solo un
ingrediente de ‘lo español’. ‘Lo catalán’ es otro ingrediente del Estado
español, y esto pese al desprecio hacia lo catalán de muchos ‘españolistas’ y
el desprecio hacia lo ‘español’ (reducido esto a lo castellano) de muchos
nacionalistas catalanes. Confundir España con Castilla es como confundir la
Unión Europea con Alemania. Desde 1978 los diferentes Gobiernos de España han
fallado consciente o inconscientemente a la hora de hacer entender a los
ciudadanos del Estado español que les es tan propio lo catalán como lo
castellano, lo vasco o lo gallego. Medidas obvias, como que las televisiones
autonómicas pudieran verse en abierto en todo el territorio del Estado, o la
promoción de la enseñanza de todas las lenguas del Estado en todo el territorio
del mismo (o sea, poder optar por el estudio del catalán en una escuela pública
de Madrid, por ejemplo) habrían contribuido a que los ciudadanos tomasen
conciencia de la enorme riqueza cultural y lingüística que encierra el concepto
de ‘lo español’ acuñado en 1978.
5. Siempre que un individuo
disfrute de un Estado de derecho y pueda ejercer como ciudadano, en realidad da
igual cómo se llame el Estado en la que viva. Mientras las libertades y
derechos individuales estén garantizados, debería dar igual el nombre del país
que figure en el DNI: ‘Churrilandia’, Europa, ‘Catalaña’, ‘Espalunya’,
‘Iberia’. También deberían dar igual los símbolos nacionales, las banderas y
los himnos. Lo importante es gozar de libertad de expresión, reunión, credo,
asociación… etcétera.
6. Los derechos y atributos
colectivos no existen, solo los sujetos individuales tienen derechos y
atributos. La única generalización que no es falsa es la de que toda
generalización es falsa. ‘Los catalanes’, ‘los españoles’, son entidades
heterogéneas. Cuando un político dice “se está faltando el respeto a los
españoles” está usurpando la voluntad y la personalidad de cada uno de los
españoles. Lo mismo vale cuando un político se refiere a “los catalanes”. No
existe pues “la dignidad” de Cataluña, ni de España… Ni ‘Cataluña decide’, ni
‘España se opone’. Solo las personas deciden o se oponen. Solo las personas
tienen identidad. La identidad individual es un proceso, no es algo estático.
Está formada por ingredientes cambiantes. Tan arbitrario es imponer una
identidad castellana a alguien que solo se considera catalán como hurtarle la
identidad catalana a alguien que considera que lo catalán es un ingrediente constitutivo
de lo español. Por ejemplo, si Cataluña se independizara, mi abuela se
convertiría en extranjera con efecto retroactivo. Mi identidad individual sería
alterada por una decisión que yo no habría tomado. La tentación victimista está
pues al alcance de todos.
7. Por eso los procesos de
decisión no pueden ser unilaterales. Igual derecho debería tener un
independentista catalán a votar si quiere sacudirse de encima la impuesta
identidad española (reducida esta a ‘lo castellano’) como un ciudadano español tiene
derecho a decidir si prescinde del componente catalán de su identidad. El
proceso de consulta democrática no podría, pues, restringirse al territorio de
la actual Comunidad Autónoma de Cataluña.
8. Más allá del actual autogobierno, que la Constitución (y no otra cosa) garantiza y hace posible, las aspiraciones
independentistas de los nacionalistas catalanes quedan reducidas pues a contar
con: A) un Ejército catalán, si no se opta por la fórmula suiza B) Un documento
nacional de identidad catalana C) Fronteras propias y D) Administración
tributaria propia. Persiste la duda de dónde empieza y dónde termina el territorio
de Cataluña: si es el de la comunidad autónoma o si es el de los llamados
países catalanes.
9. Si el Estado español limitase
o violentara de alguna manera las libertades individuales de un ciudadano que
solo se considere catalán, entonces ese Estado español estaría violando su
propia legalidad. Pero no son libertades individuales ni poseer un Ejército, ni
fronteras propias, ni una administración tributaria, ni un DNI de uno u otro
Estado. Cuantas más identidades individuales respete un Estado de derecho más
democrático es. La Constitución española dice: “La riqueza de las distintas
modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de
especial respeto y protección”. También dice que las Comunidades Autónomas
podrán asumir competencias en “el fomento de la cultura, de la investigación y,
en su caso, de la enseñanza de la lengua de la Comunidad Autónoma”.
10. La estructuras jurídicas y
los símbolos que integran y suman son un síntoma de progreso (lo es la idea de Iberia respecto a España y Portugal y lo es la Unión
Europea respecto a los Estados-nación, por ejemplo). El concepto de ‘soberanía
nacional’ es discutible (como lo son los conceptos mismos de ‘nación’ y ‘pueblo’).
Pero no solo son conceptos discutibles, también son peligrosos. Afortunadamente
entre los pensadores esas nociones llevan décadas en entredicho.
Es obvio que el Estado español sin Cataluña se empobrecería cultural y
económicamente, igual que se empobrecería una Cataluña fuera del Estado
español. Dicho esto, habría que acatar y respetar una consulta democrática en
todo el Estado español que arroje como resultado la independencia de Cataluña
y, por tanto la creación de otro Estado. De momento la única consulta
democrática en este sentido (el referéndum de la Constitución de 1978) decidió
que ‘lo catalán’ siguiera siendo un ingrediente constitutivo de ‘lo español’. En cualquier caso, en un Estado catalán (también en uno que formase parte de una Federación española) los problemas realmente importantes seguirían siendo los mismos que en cualquier otro lado. A saber: quién manda de verdad, por qué los pobres cada vez son más pobres y los ricos más ricos, etcétera.
Etiquetas: cataluña, españa, español, nacionalismo, opinión, política