La Fragua

Por primera vez en 26 años, la derecha no gobernará en el Ayuntamiento de Madrid. Y eso ha sido posible por el trabajo de un montón de voluntarios, militantes y ciudadanos pero, también, por la personalidad de Manuela Carmena, la persona llamada a ser la nueva alcaldesa de Madrid. El cambio está servido, si no ocurre nada raro en las negociaciones entre los partidos que han entrado en el Consistorio (y si no asistimos a un nuevo tamayazo, que nos conocemos y aquí hasta que no veamos a Carmena con la vara de alcaldesa no nos terminaremos de creer nada). En Madrid la derecha ha gobernado 65 de los últimos 75 años. La pregunta ahora es evidente, ¿por qué Manuela ha logrado el milagro de desalojar a los conservadores?

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Yo venir en son de paz, aunque yo hablar como gran jefe indio. En la mercadotecnia electoral este año triunfar el infinitivo. PP elegir el eslogan “Trabajar. Hacer. Crecer” y, muchos meses antes, el PSOE, haber elegido la frase: “Ser socialista es hacer”.

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Equis.

Nada nos puede pasar. ¿Qué nos iba a pasar en esta apacible tarde de primavera, en la que sopla una brisa suave, cargada de promesas? Nos sentimos invulnerables… Estamos en la calle, en el centro de Madrid, en grupo, todavía los últimos rayos de luz lamen las molduras modernistas de los áticos decimonónicos que franquean la Gran Vía. Somos 15 personas, nada nos puede pasar entre el bullicio de peatones y coches que pasan junto a la puerta del teatro. Nada nos puede pasar hasta que nos giramos y vemos junto a nosotros a Equis...

Por la puerta trasera de un teatro comienza Enajenatorium, una pequeña gran aventura, que es un viaje a la puerta trasera de nuestra mente. Risas nerviosas y, para sentirnos seguros, un reconocimiento de lo cotidiano: estamos en Madrid, es un teatro, hay paredes, interruptores, rige la ley de la gravedad… Y entre tanto, medio en broma medio en serio, una llamada a la reflexión: “somos un único pensamiento”, dice el Doctor H.


Y es fácil creerlo, vista la hermandad inmediata entre los desconocidos que forman el grupo. “Para valorar el hermoso día hemos de aguantar… la noche”, indica una de las ayudantes del Doctor H. Y recuerda a aquella frase, no recuerdo el autor, que dice: "La libertad es como una ventana y a mí me encantan las ventanas. Pero para que haya ventanas tiene que haber paredes...". Esa íntima necesidad de los opuestos, esa convicción profunda de que, del diablo vive Dios (o de que de la locura vive la razón), es la que transita esta antiobra de teatro, hiperrealista por su puro desvarío.

Y así, en un recorrido por las entrañas de un teatro que es como recorrer las bambalinas de nuestra consciencia, Enajenatorium consigue subvertir la lógica de la dramaturgia, situando a los espectadores sobre el escenario de la vida, expuestos a sí mismos, a la mirada escrutadora de un público ausente que no es sino la mirada ciega de la convención social que todos llevamos dentro, enjuiciándonos. Por eso dice el Doctor H que la locura libera...

En Enajenatorium hay muchas atmósferas y muchas lecturas. Es un espectáculo con algo de David Lynch y con algo de Berlanga, todo ello bien mezclado en la coctelera con unas gotas de la factoría Hammer. Sorpresa, humor, cercanía y, sobre todo, una punzada de inquietud, algún silencio desconcertante… y un puñado de hechos inexplicables.

Y uno vuelve a la calle, a las luces, a la convención social, con el extraño alivio de saber que no todo tiene explicación. Y que está bien que así sea.

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