8.9.08
Grandes decepciones
La nueva temporada de La Fragua, siento el toque egocéntrico, va a tener un tono algo más personal. Os enumero las entradas que se avecinan: El día que me hice la zancadilla a mí mismo; El día en que me vieron el culo en Chicote; El día en que un taxista checo me robó un condón; El día en que un heavy me salvó la vida; El día en que me puse un cinturón de Gaultier y bailé tecno; El día en que una profesora me pilló en la ducha; El Día en que casi me desmayo en el patio… y en este plan.
Pero hoy empezaré por una de mis grandes decepciones cinematográficas: Las Aventuras de Chatrán. Una brumosa tarde, hace muchos años, tendría yo 11 ó 12 (quizá 13, pero espero que no 14, aunque no lo descarto) convencí a mis padres para que me llevaran a ver Las Aventuras de Chatrán al Palacio de la Prensa (iba con mis padres porque yo vivía a las afueras de Madrid y no podía ir uno solo al centro así como así.
La película tenía un atractivo imposible de rechazar: el protagonista era un gato, pero no un gato de dibujos, ¡no!, un gato REAL. Yo piqué, claro. Imaginaba que el felino iba a comportarse como un ser humano en miniatura, con gestos humanos pero realizados por un gato. Estaba a un paso de mandar al garete las películas de dibujos animados de Disney: estos tíos de Chatrán habían logrado amaestrar a un gato hasta convertirlo en actor. Nada de dibujos, ni marionetas, ni animación fotograma a fotograma.
El Palacio de la Prensa estaba hasta los topes. Hacía ese calor que hace en los sitios cerrados en Madrid en pleno invierno. Olía a palomitas, a ladrillos de regaliz y a roce de abrigos amontonados en las butacas. A sudor en las nucas y a expectación gatuna. La película comenzó y entonces aprendí qué significa que un filme carezca de ritmo. Creo que Chatrán ni siquiera hablaba. Una voz en off expresaba su pensamiento. Pobres padres míos. Me parece que traté de convencerles, a la salida, de que había merecido la pena.
Ahora, buscando la foto para ilustrar este post, me he dado cuenta de que la película era japonesa. Yo sabía que no era estadounidense, también lo sabía cuando fui a verla, en cierta forma ya empezaba a pensar que no todo lo bueno, en cine, tenía que ser yanqui. Me equivocaba.
Pero hoy empezaré por una de mis grandes decepciones cinematográficas: Las Aventuras de Chatrán. Una brumosa tarde, hace muchos años, tendría yo 11 ó 12 (quizá 13, pero espero que no 14, aunque no lo descarto) convencí a mis padres para que me llevaran a ver Las Aventuras de Chatrán al Palacio de la Prensa (iba con mis padres porque yo vivía a las afueras de Madrid y no podía ir uno solo al centro así como así.
La película tenía un atractivo imposible de rechazar: el protagonista era un gato, pero no un gato de dibujos, ¡no!, un gato REAL. Yo piqué, claro. Imaginaba que el felino iba a comportarse como un ser humano en miniatura, con gestos humanos pero realizados por un gato. Estaba a un paso de mandar al garete las películas de dibujos animados de Disney: estos tíos de Chatrán habían logrado amaestrar a un gato hasta convertirlo en actor. Nada de dibujos, ni marionetas, ni animación fotograma a fotograma.
El Palacio de la Prensa estaba hasta los topes. Hacía ese calor que hace en los sitios cerrados en Madrid en pleno invierno. Olía a palomitas, a ladrillos de regaliz y a roce de abrigos amontonados en las butacas. A sudor en las nucas y a expectación gatuna. La película comenzó y entonces aprendí qué significa que un filme carezca de ritmo. Creo que Chatrán ni siquiera hablaba. Una voz en off expresaba su pensamiento. Pobres padres míos. Me parece que traté de convencerles, a la salida, de que había merecido la pena.
Ahora, buscando la foto para ilustrar este post, me he dado cuenta de que la película era japonesa. Yo sabía que no era estadounidense, también lo sabía cuando fui a verla, en cierta forma ya empezaba a pensar que no todo lo bueno, en cine, tenía que ser yanqui. Me equivocaba.
Etiquetas: cine, ego, humor, idas de olla, oh no: está en primera persona
5.9.08
Yo os diré lo que está pasando
¿Qué hay que hacer para ligar contigo? Respuesta: “como mínimo hay que tener un hurón”. Estas palabras son de Galya Urusova, una rusa de 21 años que viste estilo ‘vintage’. Lo publica hoy EP3. Urusova es “relaciones públicas en un teatro de marionetas”. En la misma página el sueco Niels Pettersson define su indumentaria: “retro fashion”.
La crisis económica crece desbocada, el Gobierno derechiza su política y lanza globos sonda patéticos. El estulto de Rajoy afirma que excavar las fosas comunes del franquismo supone reabrir heridas (¡supone cerrarlas, inepto!). Mientras, el castellano pierde una nueva expresión, hincado de rodillas ante el inglés. Ya no hay alimentos ecológicos, ahora son orgánicos. Lo dice el Imperio y lo acatamos los acomplejados.
Cada vez más genuflexos ante el dinero, el estilo, lo anglosajón, lo superficial, lo inculto. Cada vez más descerebrados, sin humor, sin amor, sin sentido común. Y cada vez más arriba los que menos lo merecen.
Yo os diré lo que está pasando: me estoy haciendo viejo. La Fragua reabre sus puertas.
La crisis económica crece desbocada, el Gobierno derechiza su política y lanza globos sonda patéticos. El estulto de Rajoy afirma que excavar las fosas comunes del franquismo supone reabrir heridas (¡supone cerrarlas, inepto!). Mientras, el castellano pierde una nueva expresión, hincado de rodillas ante el inglés. Ya no hay alimentos ecológicos, ahora son orgánicos. Lo dice el Imperio y lo acatamos los acomplejados.
Cada vez más genuflexos ante el dinero, el estilo, lo anglosajón, lo superficial, lo inculto. Cada vez más descerebrados, sin humor, sin amor, sin sentido común. Y cada vez más arriba los que menos lo merecen.
Yo os diré lo que está pasando: me estoy haciendo viejo. La Fragua reabre sus puertas.
Etiquetas: ego, oh no: está en primera persona