21.12.04
Ángel Fernández-Santos (EL PAÍS, 19 de julio de 1994):
"Se subió a una vespa e hizo que una cámara le siguiera en un viaje de despedida a su Roma. El resultado es una joya de cine artesanal: Caro diario.En un punto sin retorno de su recorrido por los laberintos romanos, Moretti cae súbitamente en la cuenta de un olvido y se sobresalta: ¿No fue por aquí cerca donde mataron a Pasolini?. Y busca, mientras la cámara le busca a él, entre los vericuetos de un canalla y lóbrego arrabal, el lugar donde el poeta se hizo asesinar en 1975. Da vueltas y revueltas, hasta que lo descubre en un recodo, detrás de unas alambradas que tienen alrededor de un descampado mordido por gramas y verdolagas- aspecto de cerco protector contra un foco de peste. Y ve que allí, al otro lado de la cerca, se eleva una estatua hecha con chatarras que indica el punto exacto donde ocurrió aquel abismo premonitorio del que se abre ahora bajo los pies de Italia. Es una imagen de ruina y olvido, que Moretti convoca cuando se siente convocado por la muerte. E invade la pantalla el indescifrable silencio del abandono...
Los basureros de Europa se convierten en lugares sagrados, en templos, como ese recodo donde Moretti descubre el último rastro del poeta suicida Pasolini vaticinado por el poeta suicida Pavese. Y Moretti enmudece al darse cuenta de que incluso él, que es hijo suyo, los había olvidado".