14.2.06
No puede ser... sí: está hablando por un móvil...
(EGO) Se dice que la realidad supera a la ficción, y se dice por algo. En Madrid hay muchos tipos de mendigos y estas señoras de negro son toda una institución.
Siempre que las veo me recuerdan a personajes de Misericordia, la novela de Galdós... pero esta señora de la foto ha acabado para siempre con ese estereotipo decimonónico que yo tenía en mi cabeza: que eran seres de la España profunda, venidos de un villorrio cualquiera perdido en la bruma montañosa... y ahora resulta que están a la última.
La foto está tomada en la Plaza de Neptuno. Cuando vi a la señora, no daba crédito. Esta anciana tiene un móvil (parece un Nokia), por lo que infiero que en su casa tiene luz y un cargador de móviles (y no un catre, una silla de enea y una palmatoria, que es lo que yo siempre he creído que tenían estas señoras).
El mito empezó a tambalearse hace meses, cuando vi a otra de estas enlutadas mendicantes cerca de Sol, ofrenciendo sobrecitos de Almax para la acidez de estómago: tanta perspicacia farmacológica situaba a la teórica pedigüeña en el centro de las necesidades que la vida moderna.
Queda confirmado: las Blasas de Forges existen, y están entre nosotros. La realidad supera a la ficción.
(EGO) Se dice que la realidad supera a la ficción, y se dice por algo. En Madrid hay muchos tipos de mendigos y estas señoras de negro son toda una institución.
Siempre que las veo me recuerdan a personajes de Misericordia, la novela de Galdós... pero esta señora de la foto ha acabado para siempre con ese estereotipo decimonónico que yo tenía en mi cabeza: que eran seres de la España profunda, venidos de un villorrio cualquiera perdido en la bruma montañosa... y ahora resulta que están a la última.
La foto está tomada en la Plaza de Neptuno. Cuando vi a la señora, no daba crédito. Esta anciana tiene un móvil (parece un Nokia), por lo que infiero que en su casa tiene luz y un cargador de móviles (y no un catre, una silla de enea y una palmatoria, que es lo que yo siempre he creído que tenían estas señoras).
El mito empezó a tambalearse hace meses, cuando vi a otra de estas enlutadas mendicantes cerca de Sol, ofrenciendo sobrecitos de Almax para la acidez de estómago: tanta perspicacia farmacológica situaba a la teórica pedigüeña en el centro de las necesidades que la vida moderna.
Queda confirmado: las Blasas de Forges existen, y están entre nosotros. La realidad supera a la ficción.