13.11.09


Vida de Áldertun (IV) 


A esa hora comenzaba a ponerse el TPM y el horizonte adquiría tonos de teletienda. Áldertun y Norris caminaban por la Rúa de la Calle del Carrer de la Kalea Street, que comunicaba el Postradero Anglosajonazo y el centro de la capital del arrabal XCROTEX. Pensaban tomar un poco de Soma para olvidar, y también pensaba tomar un poco de Solaris para ver plasma en color. E incluso una ración de Ubik, para hacerse la picha un lio espacio-temporal. También pensaban conocer el hielo: pero para ello tenían que encontrar al gitano Melquiades y viajar a nuestro tiempo.

Iba a ser una noche movida y todo sin que Áldertun supiera que le aguardaba un mensaje de SUPERCEO.

SUPERCEO estaba en su terapalacio de verano, en el invernadero, ocupado en regar su jardín de fractales y sus rosales. Había conseguido una nueva variedad de rosas informativas, cuyos bits olían a Claude Shannon en el momento en que esperas que Claude Shannon te diga que va a cenar contigo (cuando casi lo das por hecho) y luego resulta que Claude Shannon te dice que no. O sea, que las rosas informativas olían mucho.

El terapalacio oficial de SUPERCEO estaba ubicado en la península de Jartomándilo, al borde del desfiladero del mar del Mojicón: colgado sobre un océano de plasma violáceo. Los rayos de TPM se deslizaban por la purpúrea superficie y penetraban en el invernadero del SUPERCEO de manera procaz. Los rayos de TPM incluso se frotaban con las rosas Shannon y las hacían jadear como peritos de San Juan.

SUPERCEO estaba harto de responsabilidades. Sólo quería dedicarse a sus rosas y a coleccionar relojes de Loja, unos objetos carísimos y extraños, que procedían (no está confirmado, aquí debe hacer el lector un voto de confianza) de un pueblo. Pueblo es una palabra que ustedes entienden pero que en el mundo de Áldertun era tan inconcebible como la hermana de Norris.

SUPERCEO había revisado miles de cientos de decenas de unidades de uno: el expediente de Áldertun; y había decidido que aquel súbdito estaba llamado a ser el JEFE.

Mientras tanto Áldertun y Norris se habían entretenido por el camino y habían decidido, al fin, clonarse el codo para poder chupárselo. Era la moda. Al fin se rompía la maldición milenaria de que los humanos (y los centauroides) no podían chuparse su propio codo. Es más, Áldertun se lo estaba chupando en este momento. Y le gustaba, aunque en la lengua todavía tenía un deje de fibra de costra azul de Norris.

Tras beber Soma, Solaris y Ubik, Áldertun y Norris se hallaban en un mundo feliz. A Áldertun la hermana de Norris le parecía ahora 1984 veces más gigatractiva. Es más: quería concebir con ella. Asfalismena, que así se llamaba la hermana de Norris, estaba con unas amigas en el Deudoculpódromo, viendo una carrera de ex maridos domesticados. Se sentía feliz Asfalismena, no pensaba para nada en Áldertun. Sólo tenía en mente el plan para aquella nix (en este relato noche se dice nix). Todas las amigas iban a clonarse los codos para chupárselos.

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2 Comments:

Me parto. Me ha encantado.
y sigues necesitando un psiquiatra.

Churro polimórfico.

By Anonymous Bertich, at 16 de noviembre de 2009, 14:14  

qué bueno, está genial.
He leído la mayoría de tus escritos y hoy me he decidido a comentar!

enhorabuena

By Anonymous Anónimo, at 17 de noviembre de 2009, 22:10  

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