14.3.10
Un maestro de vida
No tengo muchas palabras para hablar de la muerte de Miguel Delibes, más allá de decir que fue y es un modelo de vida. Ahí os dejo el vídeo que preparamos en el periódico y aquí la crónica que redacté. Han sido unos días muy intensos.
Etiquetas: delibes, ego, homenajes, literatura, obituarios, oh no: está en primera persona
29.1.10
Oda a los patos de Salinger

FOTO: AP
El taxista era un listo.
-Aquí no puedo dar la vuelta, amigo. Esta calle es de dirección única. Tendremos que seguir hasta la Diecinueve.
No tenía ganas de discutir:
-Está bien - le dije. De pronto se me ocurrió preguntarle si sabía una cosa-. ¡Oiga! -le dije-. Esos patos del lago que hay cerca de Central Park South… Sabe qué lago le digo, ¿verdad? ¿Sabe usted por casualidad adónde van cuando el agua se hiela? ¿Tiene usted alguna idea de dónde se meten?
Sabía perfectamente que cabía una posibilidad entre un millón. Se volvió y me miró como si yo estuviera completamente loco.
-¿Qué se ha propuesto, amigo? -me dijo-. ¿Tomarme un poco el pelo?
-No. Sólo quería saberlo, de verdad.
No me contestó, así que yo me callé también hasta que salimos de Central Park en la calle Diecinueve.
El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye - J. D. Salinger)
"Bien pensado, todo el mundo necesita tener unos patos. No sé muy bien qué significa esto, pero creo que forma parte de la condición humana: el tener unos patos, el proyectar parte de lo que llevamos dentro en unos patos..."
[Sigue leyendo este excelente post de Fernando Navarro en La Ruta Norteamericana]
Etiquetas: blogs, homenajes, literatura, obituarios
5.12.09
Si tenéis un rato…
Hace falta tiempo para hablar de ciertas cosas y a veces tiempo es lo único que nos falta. Ayer murió Jordi Solé Tura. En las últimas horas he comprobado que mucha gente no sabe quién era. Baste decir que Solé Tura era uno de los padres de la España que debe ser. Y era catalán. Muy catalán. En estas fechas de pasiones nacionalistas desatadas -y cuando se acerca el Día de la Constitución (una norma que debe a Solé Tura su sesgo evidentemente progresista)- me acuerdo de lo que ocurría cuando yo era pequeño cada 6 de Diciembre.
En esa fecha, donde yo vivía, las familias sacaban a los balcones la bandera de España. Os hablo de cientos de balcones, os hablo de la bandera bicolor y de familias de izquierdas. En esa época a la Constitución la llamábamos ‘la Consti’.
En el año 1981, 82 y siguientes, la Constitución no estaba consolidada y, para la pujante extrema derecha, era una amenaza absoluta. El Estado de las Autonomías y el régimen de libertades no había sido asumido por la extrema derecha que todavía conservaba influyentes resortes en las estructuras del poder.
Esa extrema derecha consideraba suyas la bandera bicolor y la idea de España. Los progresistas, al colgar de los balcones en esa fecha la citada enseña, enviaban un doble mensaje. “Nosotros también somos España, la España de la Constitución. Esta es nuestra bandera, no la vuestra”.
Después de 30 años este gesto sería hoy, paradójicamente, imposible y seguramente muy criticado. Amplios sectores de la izquierda identifican puerilmente la bicolor, la Constitución y España con la derecha. Por desgracia las personas que son el ejemplo de que eso no es así se nos están muriendo. Se nos están yendo quienes podrían explicar a los españoles, de hoy y del futuro, de dónde viene su país y con qué esfuerzo, amplitud de miras y sacrificio se ha logrado lo que se ha logrado.
Jordi Solé Tura era uno de ellos. Quizá el más querido por mí. Su muerte y su inmerecido olvido es una victoria para los que simplifican, para los demagogos, victimistas y nacionalistas.
Solé Tura ha fallecido por el mal de Alzheimer, algo que, irónicamente, parece que -en sentido figurado- también afecta a la sociedad española. En fin.
Un fuerte abrazo para Albert Solé y el resto de familiares de Solé Tura.
Y viva la 'Consti'
Etiquetas: derecha, españa, ideología, izquierda, obituarios
13.10.09
Miret en la memoria

Lee las necrológicas de Juan G. Bedoya y Juan José Tamayo en ELPAÍS.com
Etiquetas: homenajes, obituarios, religión, teología
18.5.09
Ausencia de Dios
Por Mario Benedetti
Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.
Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.
Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.
Ahora que miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.
Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.
Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.
Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.
Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.
Ahora que miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.
Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.
Etiquetas: literatura, obituarios, poesía, religión